Nada hay que temer, hay una parte de ti que siempre sabe lo que hace
Explicado de forma muy genérica, enfermamos cuando existe un desequilibrio en alguna parte de nuestra constitución como ser único e íntegro. Eso hace que no fluyamos con la vida.
La enfermedad es un síntoma del olvido de nosotros mismos. Ya sea física o psicológica, aparece cuando nos desconectamos de nuestra esencia interna de algún modo específico. El síntoma está íntimamente relacionado con aquellos aspectos que debemos revisar para retomar el equilibrio. Éste siempre nos da la información para emprender las acciones adecuadas para retomar la salud y el bienestar.
La “enfermedad” funciona como activadora de la evolución
De esta manera, funciona como “activadora” de la evolución, porque el síntoma aparece cuando hay un estancamiento en nuestro proceso vital.
No hay motivo para temer a la enfermedad
Cualquier afección física o psicológica cumplen una función de “actualización”.
Tienen un sentido positivo: el de ponernos al día con el momento vital. Es decir, que ha habido un estancamiento de algún aspecto nuestro que necesitaba ser revisado e integrado. Para ello, acaba convirtiéndose en un síntoma físico, de esta forma se concreta y se hace evidente[1]. Eso nos permite tomar consciencia de él y ocuparnos de nuestra salud para recuperar el equilibrio.
Nuestro sistema inmunitario se reactualiza y se fortalece gracias a la exposición ante el patógeno de turno. Cuando estamos sanos en el sentido amplio de la palabra, es decir, si todo nuestro ser (físico-mental-emocional-energético y espiritual) funciona en armonía, tendremos una constitución robusta. Ningún organismo vírico o bacteriológico por más fuerte y raro que fuera podría atacarnos. En el caso de que dicho ataque ocurra, nuestro organismo tiene la capacidad de adaptarse y generar defensas contra el atacante. Esto ocurre a un nivel físico y constatable por nosotros, y además tiene repercusiones en todo nuestro ser, aunque no tengamos consciencia de ello.
Es durante ese proceso de sanación que trascendemos desde una forma de ser hacia otra más amplia. Con un mayor conocimiento de nuestro ser interno.
Otro aprendizaje que hacemos inherente al éste, es el reconocimiento de nuestra gran fuerza interna y nuestra capacidad de adaptación.
Seguiremos profundizando.
[1] Esto supone que toda enfermedad se origina en nuestros componentes energéticos y luego llega al cuerpo físico y nunca al revés. Hablaremos de ello en siguientes artículos.
Post anteriores:
«Que nos depara el futuro. Segunda parte»
«Que nos depara el futuro. Primera parte»