Reconoce tus miedos, exprésalos y luego deja de alimentarlos, tendrás cada vez más energía para volcar en tu propio crecimiento.

Estamos viviendo un momento muy propicio para realizar una práctica interna consciente.  Puedes ocuparte en estos días de reconocer tus miedos, ponerlos fuera, expresarlos  sin negarlos, colocándolos en su sitio.  Y luego, deja de alimentarlos, cada vez que aparezca la negatividad y se quiera disparar con preocupaciones acerca del futuro, apóyate en ese sitio interno que te dice que estarás bien a pesar de todo y desvía tu pensamiento y tu imaginación a un sitio y una circunstancia agradable.

Haz esto manteniéndote en contacto contigo, sintiendo tu fragilidad y la incertidumbre del momento.  Esto lejos de debilitarte te fortalecerá, porque aunque no te hayas dado cuenta hasta ahora, siempre has sido frágil y siempre la vida ha sido incierta.  Solo que ahora se está manifestando, tal vez con más intensidad y con menos posibilidades de evadirte.   Esto es bueno porque nos da la posibilidad de poder modificar nuestra actitud ante la vida.

Ese sentimiento de fragilidad se puede manifestar como dolor en el pecho, angustia o sensación de que algo te está lacerando por dentro.  Si sientes esto, no busques distracción, déjate sentir, en la medida en que te sea tolerable.  Y pregúntale a tu yo interno, a la parte más íntima de ti mismo: ¿qué es lo que te está causando ese dolor?. 

Puede que sea un dolor muy antiguo.  Solo déjalo que salga y espera la respuesta, puede venir en tu día a día en algún momento en forma de sincronicidad, puede dártelo alguna persona cuando te habla de otra cosa, aunque ella no sepa de tu dolor, en algún sueño, o puede que tu mente lúcida te haga saber con qué se relaciona. 

Puede ser que sea un dolor muy grande y se vaya expresando capa a capa, como si tuviera muchos matices.  Esto sucede con la o las heridas nucleares.  Es decir aquellas heridas más profundas que llevamos  y que de alguna manera rigen casi todo nuestro sentir.  Por lo general tienen que ver con: el sentirnos abandonados, no queridos, utilizados, vulnerables, no merecedores de amor de cariño de cosas materiales, etc. 

Pero por más profundo y antiguo que sea el dolor, es posible dejarlo salir poco a poco, regulándolo, sin regodearte y victimizarte, solo reconociéndolo y dejando que él vaya moldeando, ahora de una forma diferente tu interior, porque cuando decides dejar de huir de él, te colocas en otro sitio y posibilitas que comience el cambio: de persona que sufre a persona que se hace cargo de sí.  Y el dolor aunque continúe, no será destructor de ti sino constructor del ser renovado.

Siguiente post: «Como trascender a partir de la crisis 4.  Como calmar la alerta para ganarle al miedo.»

Post anterior: «Como trascender la crisis 3.  Como funciona nuestro mecanismo de supervivencia»

Pide una cita