Una metáfora para entender el juego entre tus diferentes partes
En el artículo anterior habíamos planteado la metáfora del juego de ordenador para explicar la relación entre lo conciente, lo inconsciente y lo supra-consciente. En donde:
El avatar: seria tu yo externo, tu ego. Que es en parte consciente y en parte inconsciente.
El ambiente del juego: es lo que el avatar es capaz de ver, la zona de lo consiente.
El software del juego: seria tu programación, el programa a través del cual funciona el avatar de forma automatizada. Es inconsciente.
El jugador: es tu yo interno, que es supra-consciente porque no eres consciente de él, pero posee la sabiduría, está fuera del juego y es capaz de ver todas las posibilidades. Está en potencia, sin desarrollar, es tu esencia.
En dicha metáfora habíamos llegado a una situación aparentemente imposible cuando un día el avatar se hizo consciente del jugador quien está fuera del juego. ¿Cómo pudo pasar esto?
¿Cómo es que el avatar pudo ver al jugador?
Esta cuestión la podríamos resolver como sigue.
El jugador ha ido poniendo pistas y acertijos a lo largo del juego, el avatar empezó a darse cuenta de que pasaban cosas raras en su realidad y comenzó a hacerse preguntas a sí mismo.
Hasta que un día cansado de tanto juego estéril, se preguntó que sentido tendría y si habría algo más allá de lo que podía ver. Así es que agudizó su visión y empezó a observar de manera despierta. Es decir, fue capaz de abstraerse y observarse a sí mismo y al juego a la vez, con perspectiva, como si estuviera fuera de él. Pronto vio que pasaban cosas que no cuadraban dentro de la dinámica de la “realidad” establecida. Cosas curiosas que se salían de las reglas, “coincidencias” o sincronías inexplicables. Estas pasaban cada vez con más frecuencia hasta que dejaron de sorprenderle. A la vez su deseo de saber más crecía e intuía que había más cosas de las que podía imaginar “ahí fuera”.
Hasta que un día, oyó algo en su cabeza, muy claro, como si hubiera alguien que le hablaba, pero desde dentro, al principio se preguntó si se estaba volviendo loco, pero recordó que una vez le dijeron que los locos nunca se hacen esa pregunta.
Todo lo que no esté dentro de tu programación te parecerá algo imposible.
De manera que como no tenía nada que perder empezó a darle crédito a esa voz, a escucharla, usando otra vez el método de observación en perspectiva. (A eso le llamamos el yo observador , lo hemos explicado en artículos anteriores, vamos a recordarlo):
El yo observador es esa capacidad de ver la realidad de una forma más desapegada, sin identificarnos tanto con el yo externo o ego y con el juego, para poder observar desde un ángulo más amplio.
Como veis el yo observador es capaz de observar en perspectiva al yo externo pero también al interno, en cuanto intuye su existencia. Por eso es que a la pregunta de que si te estas volviendo loco, el yo observador es el que te puede dar la respuesta. Sería como ese sexto sentido que aunque tu no sepas como suceden las cosas hay algo que te da la certeza de que lo que estás viviendo es real, aunque te hayan enseñado a dar crédito solo a lo que ves dentro del juego.
Una vez que ya no te parece una locura imposible sigues adelante
Así que el avatar, (tu), cada vez más hablaba con el jugador, (tu yo interno) y a medida que esa relación se iba afianzando, ganaba más confianza en sí mismo y estaba cada vez más tranquilo porque el jugador siempre le hablaba en positivo. La forma en la que le hablaba el jugador se le hacía curiosa porque era muy natural, se le hacía conocida, era como si empezara a recordar esa voz y ese vínculo, era como si hablara consigo mismo. Claro, eso es!!!!!!!!!!!! Estaba hablando con una parte de sí mismo!!!!!!! El día que descubrió eso fue revelador y a la vez tan natural… no era algo nuevo… Se percató de que siempre le había hablado, solo que no le había prestado atención, porque de niño le habían dicho que lo que no se puede ver con los ojos, y no se puede escuchar con las orejas no existe. Pero el sí que escuchaba y muy claro y algo le decía que también vería…
Este cuento sigue en el próximo artículo.
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En este capítulo mencionas algo en lo que quiero detenerme un instante.
«…como no tenía NADA QUE PERDER empezó a darle crédito a esa voz…»
Nada que perder.
Esta realidad, o sensación, o la idea de que todo está perdido, que seguramente una o más veces todos experimentamos, en mi opinión es un gran impulso hacia esta búsqueda, hacia un camino nuevo, diferente o postergado.
Solo ahí, en la vulnerabilidad que expuso una pérdida, un fracaso, una decepción; y en conciencia de nuestra «fragilidad y la incertidumbre de la vida», nos prestamos a intentar lo que podría ser la mejor etapa de nosotros en ella.