En realidad somos todo uno, no existe ninguna división entre nuestro yo interior y nuestro yo externo. Somos nosotros quienes creamos esa escisión y la vivimos como tal.
Es fácil verlo en nuestro físico: el cuerpo y la cabeza no están separados, forman parte del mismo cuerpo.
¿Qué hacer con esto?
Lo que hay que hacer es tomar consciencia, pero esta toma de consciencia no viene desde la mente, no debe ser racional. La verdadera consciencia viene del sentir.
El problema es que no tenemos práctica con esto, no sabemos como hacerlo, tendemos a querer resolverlo otra vez desde la mente racional, lo que nos enreda más y nos produce más ansiedad.
¿Cómo hacerlo?
Pero esa observación no se puede hacer desde la mente racional.
¿Por qué? porque todo lo que nos propongamos hacer no saldrá de la consciencia que es la instancia interna nuestra que no está dividida. Sino que saldrá de esa parte periférica nuestra que cree que eres carente y que la vida es un asco y lo juzga todo desde ahí y desde ahí está continuamente enviándonos mensajes que no nos van a ayudar.
Esta toma de consciencia real comienza por el observarse a uno mismo.
De momento no hagas nada, solo obsérvate.
Observa tus reacciones, tus emociones, como te afectan las interrelaciones con las demás personas y como la mente sigue con su barullo y proponiéndote planes de acción. Pero no le hagas caso a la mente, confía que de esta práctica encontrarás el camino.
Déjate sentir en vez de intentar tapar los sentimientos que están ahí y no intentes buscar una explicación.
Es necesario tomar distancia de esa mente inquieta, preocupada y miedosa que cargamos.
Esa es la parte nuestra que se autoconvence de la carencia y d que tenemos que estar siempre haciendo algo para dejar de ser carentes. Eso solo crea ansiedad y malestar y nos mantiene alejados de nosotros mismos.
En el próximo artículo profundizaremos y concretaremos acerca de como hacer para vivir de forma más integrada.
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